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Los medicamentos y la salud de tu flora intestinal

por la Dra. Aviva Romm

Los medicamentos a veces pueden ser necesarios e incluso salvar vidas, pero la mayor parte tienen consecuencias no previstas, y en el caso de los antibióticos, los inhibidores de la bomba de protones (PPI, por sus siglas en inglés), los AINE y el acetaminofén (paracetamol), las consecuencias son daños al ecosistema y a las infraestructuras intestinales. Más del 70 % de los antibióticos prescritos en los Estados Unidos son innecesarios, y además de esta medida innecesaria, el 8o % de todos los antibióticos producidos en este país acaban en nuestra carne, ya que se le da al ganado para que engorde más, y con mayor rapidez. Los antibióticos destruyen la flora intestinal responsable del 90 % de la actividad metabólica, la detoxificación hormonal, la síntesis nutricional y la protección de la mucosa intestinal, que debería proteger contra el intestino permeable. Incluso un solo tratamiento puede barrer de manera irrevocable especies completas de microflora intestinal importante. Muchas mujeres han sufrido la experiencia de tomar un antibiótico para una bronquitis u otra infección y luego han estado meses batallando contra una infección vaginal por cándida. Esto sucede porque el antibiótico ha eliminado las especies de Lactobacillus y de Bifidobacterium que mantienen a raya la levadura Candida albicans. Los PPI (fármacos antiácidos como el Prilosec) y los AINE causan el intestino permeable y se han asociado con el desarrollo de enfermedades autoinmunes, mientras que el acetaminofén daña el delicado recubrimiento del estómago y puede producir sangrado gastrointestinal y problemas en la absorción de nutrientes necesarios para la salud intestinal.

El crecimiento bacteriano excesivo en el intestino delgado, un resultado frecuente del consumo de PPI, se ha asociado con diversas manifestaciones extraintestinales, como la obesidad, la rosácea, el síndrome de las piernas inquietas, la infertilidad, complicaciones durante el embarazo y dolores articulares. Puesto que la microbiota está implicada en tantos aspectos de nuestra salud, desde la regulación de la nutrición y la extracción de calorías de los alimentos hasta la comunicación con nuestro cerebro sobre lo que está sucediendo en el intestino a través de la producción de neurotransmisores y otros mensajeros químicos, cuando la microbiota está alterada, muchas cosas pueden ir mal.

Aquí hay algunos ejemplos: La disbiosis te hace engordar. Las distintas especies de la flora intestinal utilizan la energía de diferentes maneras. Algunas, especialmente las del filo firmicutes, pueden extraer muchas calorías de los alimentos, lo cual significa que si alojas muchas de estas bacterias podrías almacenar grasa aunque no estés comiendo en exceso.

Por el contrario, otro género, los bacteroides, no se zampan las calorías. Así, cuando hay un exceso de estos bichos, tienes tendencia a estar más delgada. Este caso se demostró de manera incontestable cuando se vio que el trasplante fecal (que consiste, en efecto, en recoger y trasplantar heces) de ratones flacos a ratones obesos hacía que estos últimos perdiesen peso. Y ¿sabes qué? Lo mismo se ha demostrado en los humanos, junto con una reducción de la resistencia a la insulina. iMi microbiota me lo ha hecho comer! Ansias de azúcar y carbohidratos. Esto puede parecer de locos, pero el hecho de que te encante el chocolate o de que no te llame en absoluto la atención, o el hecho de que optes por la col rizada o bien por las tartas, puede ser indicativo de lo que está sucediendo en tu comunidad microbiana intestinal. Tu microbiota intestinal puede, en efecto, manipularte para que comas determinados alimentos que unos organismos específicos allí situados necesitan para sobrevivir y desarrollarse. Esto lo hace de dos maneras: creando ansias por unos alimentos concretos que esos microorganismos necesitan para su propio crecimiento, haciendo que tu cerebro los registre como los más sabrosos y deseables; y produciendo toxinas que nos hacen sentir mal y alteran nuestro estado de ánimo, afectando a varios niveles de neurotransmisores, hasta que comemos los alimentos que la satisfacen. Literalmente, tu microbiota secuestra los mensajes que van del intestino al cerebro a través del nervio vago. Ansiedad y depresión. Las especies beneficiosas de la flora intestinal producen butirato, el cual reduce la ansiedad y la depresión, entre otras acciones protectoras que tienen lugar entre una flora intestinal sana y el estado de ánimo. Cuando la microbiota, o la mucosa intestinal, están perturbadas, disminuye la producción de butirato.

No sorprende que los estudios que han restablecido la flora intestinal beneficiosa (por medio del consumo de yogur) hayan dado como resultado niveles reducidos de ansiedad entre los participantes. El intestino tiene dos métodos principales de comunicación: el sistema nervioso entérico, a veces llamado el «segundo cerebro», y la microbiota. Este segundo cerebro es una red de unos cien millones de neuronas que están incrustadas en la mucosa intestinal y que se comunican utilizando más de treinta y cinco neurotransmisores. De hecho, una buena parte de la serotonina se produce en el intestino. Un 95 % de la información que pasa a través de uno de los nervios más grandes del cuerpo, el nervio vago, va del intestino al cerebro, no en el otro sentido, como se había pensado durante mucho tiempo. Puede ser que muchas de las emociones que experimentas no se originen en el cerebro, sino que reflejen el estado de lo que está sucediendo en el intestino. Ahora sabemos que los desequilibrios del intestino pueden causar estados de ánimo y pensamientos desgraciados. Se ha demostrado experimentalmente que la estimulación del nervio vago de forma similar a como puede verse afectado por los trastornos intestinales puede causar depresión. En el apartado dedicado a la Solución SOS te demostraré cómo puedes empezar a modificar tus pensamientos y tu estado de ánimo por medio de sanar tu intestino. Confusión cerebral. Además de afectar a tu estado de ánimo, la salud de tu microbiota puede afectar a tu mente y ocasionarte confusión cerebral. Esto sucede como consecuencia de las sustancias químicas y de los gases producidos por la fermentación que tiene lugar en el intestino, y que está determinada por tu particular comunidad microbiana y los alimentos que comes que nublan tu pensamiento. Por ejemplo, una dieta que contenga mucho azúcar o una gran cantidad de carbohidratos muy refinados, en el ambiente de una disbiosis intestinal, puede causar la producción de derivados que te hagan sentir borracha, mareada, «drogada», fatigada y confusa después de una comida, o todo el tiempo si esos productos constituyen la parte principal de tu dieta o tienes una disbiosis significativa. Caos hormonal. Una flora intestinal saludable contiene bacterias con genes que son específicamente capaces de desintegrar y ayudar a tu cuerpo a eliminar el estrógeno, y constituyen lo que se llama el estroboloma. Son importantes para la transformación de los compuestos vegetales llamados lignanos, procedentes de las verduras y las legumbres, en fitoestrógenos, hormonas vegetales que protegen tu cuerpo contra los riesgos del exceso de estrógenos. Como tales, impiden que el exceso de estrógenos recircule desde el intestino.

Cuando la microbiota está dañada, los estrógenos recirculan de una forma especialmente tóxica. Esto aumenta el riesgo de que la mujer sufra una prevalencia de estrógenos, así como el riesgo de cáncer de mama, ovarios y endometrio. Las mujeres que tienen unas bacterias intestinales más diversificadas, como las que consumen dietas con mucha fibra, muchas verduras, poco azúcar y sin grasas malsanas, presentan poco riesgo. Puesto que el colesterol y los estrógenos están relacionados entre sí químicamente, es posible que la obesidad, el colesterol elevado y los cambios en las colonias de la microbiota estén todos relacionados entre sí y se pueda también atar cabos sobre por qué la obesidad está vinculada con un mayor riesgo de cáncer. Los niveles elevados de estrógenos pueden inhibir la función tiroidea al fomentar una mayor presencia de la globulina fijadora de hormonas sexuales (SHBG, por sus siglas en inglés), una proteína de la 

sangre que se une a varias hormonas y las vuelve inutilizables hasta que se necesitan. Desgraciadamente, la SHBG también se une a la hormona tiroidea, que también pasa a no estar disponible. Los estrógenos crónicamente elevados son asimismo un factor de riesgo del aumento de peso, y esto puede ser otra explicación para los michelines, y como los estrógenos elevados bloquean la progesterona, se pueden presentar problemas de fertilidad, de interrupción del embarazo, del estado de ánimo y del sueño relacionados con la progesterona baja. Además, el cortisol elevado también bloquea los receptores de la progesterona, que son los puntos de tus células donde «fondea» la progesterona y que, como una llave en una cerradura, le permite hacer su trabajo. Así, aunque los niveles de progesterona en sangre sean normales, tu cerebro y el resto de tu cuerpo pueden estar registrando un bajo nivel de esta hormona, y esto puede hacerte sentir ansiosa, deprimida, e irritable; también puede afectar a tu sueño y a tus ciclos menstruales y desequilibrar tu nivel de estrógeno, haciendo que este sea dominante y seas más propensa a tener reglas fuertes y dolor y bultos en los pechos; tu fertilidad también se ve afectada y tienes un riesgo mayor de sufrir un aborto. No te desesperes: los prebióticos y los probióticos pueden reparar la microbiota, ayudarte a perder peso e invertir los riesgos, y estás a punto de aprender cómo utilizarlos, en el capítulo cuatro. 

Tu intestino influye en cómo piensas y sientes Las conexiones entre la mente, el estado de ánimo y la microbiota son tan fuertes que hay ahora toda un área de investigación llamada psicobiótica, que estudia el potencial del uso de los prebióticos para los problemas de salud mental. Un estudio de la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles) encontró que comer un yogur dos veces al día durante cuatro semanas reducía los niveles de ansiedad en veinticinco mujeres, lo cual se evaluó por medio de escáneres cerebrales efectuados antes y después de que miraran imágenes de expresiones faciales felices e infelices. Los investigadores llegaron a la conclusión de que los prebióticos de los yogures modificaban favorablemente la microbiota intestinal de los sujetos del estudio, lo cual cambiaba la química de sus cerebros. Otro estudio, llevado a cabo en el 2015, encontró que entre cuarenta y cinco individuos a los cuales se les había dado un prebiótico, un carbohidrato que nutre la flora intestinal sana, se había producido una reducción del cortisol, del estrés y de la ansiedad, y que su pensamiento negativo había cambiado hacia pensamientos más positivos. Las especies beneficiosas de la flora intestinal producen butirato, el cual reduce la ansiedad y la depresión. Por el contrario, cuando la microbiota o la mucosa intestinal están alteradas, se reduce la producción de butirato. Una flora intestinal saludable puede revertir la ansiedad y la depresión, y con ellas el SOS.

Parte del programa personalizado y tema de nuestros programas es tratar la salud intestinal. Escríbenos para tratar de raíz tu condición o llama al 55 3660 8520.

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